Un cuento de Navidad y prevención: El disfraz

Daniel Jerez Torns

DanielJT
El maldito disfraz le picaba horrores. Sobre todo la barba postiza. Al final del día, tenía el cuello lleno de granitos pequeños. Sin embargo, nada de eso podía con aquel trabajo que le ofrecían de manera temporal por esas fechas: disfrazarse de Papa Noel y atender a los niños que venían a entregar sus cartas. Se sentaban en su rodilla, le miraban con pasión, admiración y temor, entregándole esa carta hecha con tanto amor. Luego la foto y el siguiente.
Estaba cansado. No podía negarlo. Se había quejado a la empresa que la silla le provocaba un dolor en las lumbares horroroso.
– Tonterías – dijeron.
También comentó lo de los picores. De nuevo hicieron oídos sordos.
Delante suyo tenía un niño preparado. Estaba muy serio. Era rubio y con los ojos negros profundos. Debería tener unos seis años. Se acercó, con pasos lentos pero decididos y se sentó en su regazo.

  • ¿cómo te llamas?
  • Roberto
  • Bien, Roberto. ¿Te has portado bien este año?
  • Sí.
  • Aja. ¿Y qué pides?

Roberto miró hacia abajo, mirándose los zapatos. Luego, levantó la mirada y con decisión dijo:

  • Quiero que mi papá y sus amigos estén seguros de los monstruos.

Iván no supo que decir. Se rascó la barba con la intención de ganar tiempo pero también por que le picaba.

  • ¿Seguro? ¿Dónde están?
  • Trabajando.
  • ¿Dónde?
  • En la fábrica que hay al final de la avenida.
  • Aja. ¿Y que pasa allí?
  • Mi papa se hizo daño. Le cortaron una mano. Y un amigo suyo se fue al cielo, me dijo. Dice papá que allí hay muchas cosas inseguras. Un día me dijo si quería ver la fábrica y yo le dije que no. Tenía miedo. Creo que hay monstruos que hacen esas cosas a los que están allí.
  • ¿Monstruos?
  • Sí. Uno debió comerle la mano a papá. Le oí explicar a mamá que algo no tenía una protección. Claro, el monstruo pudo atacar. También le he oído decir a papá que nadie hace nada. Esos monstruos son muy peligrosos, sabes?
  • Sí, ya lo veo.
  • Yo, solo pido que esos monstruos que atacan a mi papá y sus amigos en el trabajo se mueran o se vayan a otro sitio. No quiero que le pase nada a papá.
  • Y no le pasará nada, Roberto.

El niño sonrió. Le dio un abrazo y se fue.
Iván se quedó pensativo. Se levantó, ante la mirada atónita de los que estaban en la cola, y se fue por el centro comercial. Accedió a la zona de recursos humanos y entró en prevención de riesgos laborales.

  • ¿Qué pasa? – dijo un chico con gafas.
  • Quiero acabar con dos monstruos: me provoca picores y dolores lumbares y luego me ayudarás a matar otros monstruos de una fábrica de aquí, seguro que podemos hacer algo.

 

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