Hoy jornada de dolor, de repulsa, de manifestación y también, sobretodo, de reflexión y de esperanza

En esta jornada también debemos preguntarnos por las múltiples raíces del fanatismo. La locura provocada  es sólo una de ellas.

raíces del fanatismo

Dibujo de @nomdenoia publicado por  en twitter

raíces del fanatismoLas múltiples raíces del fanatismo es un artículo que publicó en la Vanguardia Eusebio Val poco después de los atentados de Catalunya. Quizá hoy sea mejor día para leerlo con calma y con la mente abierta. Lo reproducimos.
El islam radical se nutre de errores de Occidente y de hitos históricos como la revolución iraní de 1979.

raíces del fanatismo
Egipto.El fracaso de la primavera árabe sumó frustraciones a la comunidad musulmana (Alarm Live News) Gentileza de la Vanguardia

Nunca se sabrá cuánto pesaron en el delirio asesino de los yihadistas de la Rambla los factores psicológicos individuales y el adoctrinamiento recibido, través del imán o vía internet. Es muy improbable que estos jóvenes tuvieran conocimientos sólidos sobre el contexto histórico en que se consolidó la ideología islámica radical contemporánea. Ellos han actuado, sin embargo, como eslabón final de una compleja cadena de fenómenos, con hondas raíces y variadas mutaciones, que responden a planteamientos religiosos y también –aunque escueza recordarlo– a la resaca de una larga lista de agravios y errores de Occidente, algunos de ellos muy evidentes en el último medio siglo.

El Estado Islámico (EI), la marca que aglutina hoy al fanatismo islamista global, es hijo de la guerra de Irak y de la calamitosa ocupación posterior. El autoproclamado califa, Abu Bakr al Bagdadi, militó antes en Al Qaeda y estuvo preso, durante diez meses, en Camp Bucca, cerca de Basora. Los estadounidenses decidieron liberarlo por considerarlo “un detenido de bajo nivel”. El EI creció a caballo del descontento de la población suní iraquí –que había perdido la hegemonía en el país, en beneficio de los chiíes– y de la incorporación de ex miembros del desmantelado ejército de Sadam Husein. Fue un factor instrumental en el conflicto interno iraquí, pero poco a poco, con la extensión de la guerra a Siria y la conquista de territorio, se convirtió en el principal referente del yihadismo internacional.
Todas las manifestaciones del islam radical y violento están de algún modo interconectadas, aunque surjan, a veces, de visiones enfrentadas a muerte. El relato empieza ya en el siglo VII, con Mahoma, y en la fractura posterior entre la rama suní y la chií, una división plenamente vigente y que sirve de sustrato al pulso geopolítico que libran Irán y Arabia Saudí.
No es necesario, con todo, retroceder tan lejos en el tiempo para trazar un hilo conductor de acontecimientos que pueden ayudar a desentrañar lo que ocurre y, sin ser una causa directa, sí dibujan el contexto más amplio, el caldo de cultivo político y el marco emocional para intentar racionalizar en la medida de lo posible matanzas indiscriminadas como las de Barcelona y Cambrils.
Si la fallida ocupación de Iraq parió al Estado Islámico, su precedente un poco más lejano –Al Qaeda– fue asimismo la consecuencia de otra guerra, la que se libró en Afganistán contra la ocupación soviética, a partir de 1979. La ayuda de EE.UU. –a través de la CIA, en la llamada operación Ciclón– y de aliados como Arabia Saudí a los mujaidines afganos engendró el monstruo de Bin Laden, que pasó de ser un aliado oportunista de Washington a convertirse en su mortal enemigo. El jeque saudí nunca perdonó que, tras la invasión iraquí de Kuwait, en 1990, las tropas estadounidenses –para él, la quintaesencia de los ejércitos infieles– se instalasen en el país que custodia las ciudades santas de La Meca y Medina. La respuesta más demoledora llegó el 11 de septiembre del 2001, con los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono, y los posteriores atentados en Madrid y Londres.
El islam radical como poderosa fuerza política moderna –no siempre violenta– había visto ya hechos muy significativos decenios atrás. En el campo suní destacó el nacimiento, en Egipto, en 1928, de la mano de Hassan Al Banna, de la Cofradía de los Hermanos Musulmanes (quienes siempre se han distanciado del terrorismo, pese a la durísima represión sufrida).
El otro acontecimiento clave fue la revolución islámica iraní, en 1979. La caída del Sha –peón de EE.UU.– y la llegada al poder de los clérigos chiíes cambió la visión del islam en el mundo occidental. Tuvo un impacto enorme. La instauración de un régimen teocrático, como alternativa a los valores occidentales, en un país con la dimensión, el peso económico y demográfico y la tradición cultural de Irán se llegó a comparar con la revolución francesa e hizo temer cambios dramáticos en los equilibrios de poder en la región. En parte fue lo que sucedió. Las consecuencias se viven aún hoy. El Estado Islámico probablemente no existiría sin la pugna infinita entre Irán y las potencias suníes.
El radicalismo musulmán se ha alimentado también de numerosas humillaciones y agravios de la era colonial y la posterior. Poco se habla, por ejemplo, de la guerra de Argelia (1954-1962), un conflicto despiadado en el que Francia aún no ha hecho mea culpa por su durísima represión. Argelia fue escenario, más tarde, de una victoria electoral islamista, en 1991, anulada por un golpe de Estado bendecido por Occidente. Esas heridas aún supuran y explican, en la psique profunda, algunas de las cosas que están pasando. También en Egipto los Hermanos Musulmanes, ganadores de las elecciones en el 2012, fueron desalojados del poder por el golpe de Estado del general Al Sisi al año siguiente.
El sentimiento de humillación y frustración en las masas del mundo musulmán bebió durante mucho tiempo del conflicto israelo-palestino, de las derrotas árabes en 1967 y 1973, y del doble juego y la hipocresía de las dictaduras en los países árabes.

Esta evolución histórica, que no es lineal y presenta muchos matices y contradicciones, no justifica, por supuesto, la barbarie yihadista pero sí contribuye a hacer comprender mejor la dinámica de la sinrazón, el porqué del éxito de una propaganda y de un adoctrinamiento, impulsados y financiados en parte por regímenes que persiguen sus propios intereses, sin escrúpulos, en una región convulsa. Y Occidente descubre con macabra periodicidad, con espanto e impotencia, que alberga en su seno una quinta columna muy peligrosa, eficiente y letal.

Enlace al artículo Las múltiples raíces del fanatismo de Eusebio Val en la Vanguardia.
 
Debemos añadir un ejemplo demasiado similar al citado de Argelia como para pasarlo por alto (durísima represión, falta de arrepentimiento). El de Libia por parte de la Italia de Mussolini.

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Durante casi 20 años, de 1912 a 1931, los rebeldes beduinos de Libia, encabezados por Omar Mukhtar, de profesión maestro, resistieron a las tropas italianas. En 1929 Mussolini nombra sexto Gobernador de Libia al general Rodolfo Graziani. Graziani quemó muchas aldeas, usó armas químicas, envenenó pozos y construyó una valla de alambre de púas de 270 kilómetros de longitud. Finalmente Omar Mukhtar fue detenido en septiembre de 1931 (imagen) y condenado a muerte. Sigue siendo un héroe nacional en Libia. (Fuente: wikipedia)
 
Los últimos años de Omar Mukhtar se recogen en la película «El león del desierto«, una gran producción protagonizada por Anthony Quinn, Oliver Reed, Rod Steiger e Irene Papas entre otros/as famosos.
La película está prohibida en Italia desde 1982 porque «dañaba el honor del Ejército» según Giulio Andreotti, Primer Ministro de Italia entonces (Fuente: wikipedia)
En ella Omar Mukthar (Anthony Quinn) asegura que, de acuerdo con los preceptos del Islam, no se debe matar a los soldados capturados, sólo luchar por la patria, luchar sólo por necesidad u obligación, y que el Islam enseña a odiar la guerra misma. (Fuente: wikipedia)
Estas palabras nos recuerdan que existen tantas variantes del Islam como del Cristianismo, y que si conocemos poco éstas, mucho menos aquellas.
Por ejemplo, poco conocida es la comunidad musulmana de las Minangkabau de Sumatra. Una de las pocas comunidades matriarcales del Mundo, de unos 4 millones de personas.

 
Existe esperanza de que termine la amenaza del islamismo radical, por supuesto, pero deberíamos empezar por el arrepentimiento de los «errores de Occidente», seguido del inevitable propósito de enmienda, para finalizar con la penitencia. En negrita las tres palabras que usa la religión católica para redimir los pecados, pero sin duda las tres acciones que describen son necesarias para reconducir la situación actual. Las guerras y la violencia no sólo no son solución, al contrario, son precisamente las que nos han llevado a la situación actual.
La penitencia debe ser el cese de la venta de armas a Estados en conflicto, el fin de los «Señores de la guerra», el establecimiento de estados democráticos y otras medidas concordantes y asumibles, como una bien sencilla pero muy importante de la que hemos hablado en esta web: el establecimiento del sello «Minerales libres de sangre« a obtener previamente a su importación en Occidente.
El Parlamento Europeo propuso aprobarla  en la primavera de 2015, pero finalmente y debido a las presiones del Capital, NO la aprobó en marzo de este año. En su lugar, aprobó una descafeinada norma con muchas excepciones y que no incluye el coltán. Es un primer paso, sí, pero claramente insuficiente en los tiempos revueltos en que vivimos.
En resumen, nuestra esperanza pasa por la mejora de la calidad de vida de muchísimas personas del Tercer Mundo, hasta los niveles mínimos aceptables. Con ello, además, se detendría su emigración.
 
Nota: La redacción de este artículo corresponde a Josep Orrit Virós. Al encontrarnos en periodo vacacional no ha sido posible reunir la Junta Directiva de AEPSAL para consensuar un artículo sobre los terribles acontecimientos del pasado 17 de agosto.
 

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